23 de Octubre de 2018

Festival Internacional de Música de Concierto, Otoño 2018.

Gala Inaugural: Celebración a cuatro manos.

Lunes 15 de octubre.


Estrictamente desde la percepción académica, una noche de concierto dedicada a la Música de Salón. Obras para piano del Periodo Romántico, resultantes de una estética musical, sensible,íntima y expuesta a mal interpretaciones;durante mucho tiempo. La palabra “Salón” en contexto de la musicología, aplica única y específicamente a las características cualidades, de una cultura musical, su sensibilidad y noble en gustos: sentimientos profundos, pasión, fuego y fuerza. Aunada va la preferencia por tocar en lugares con espacios íntimos, en “compañía”, más que frente a una “audiencia”. La idiosincracia musical, su mundo, es realizada a perfección en el Salón -aristocrático o no-,mas no en las plataformas de concierto.

Józef Olechowski abrió óla primera mitad del concierto, con un programa dedicado en su totalidadacompositores mexicanos, pertenecientes al romanticismo tardío de finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte:  Ernesto Elorduy, Luis G. Jordá, Alfredo Carrasco y Manuel M. Ponce.

Olechowski es poseedor de una sensibilidad musical pocas veces encontradas en otros intérpretes, en cuanto a interpretar, comprender a perfección, sentir y transmitir, ese concepto subjetivo mucho muy difícil por definir y explicar con palabras: la esencia mexicana -mestiza-, perfectamente fusionada al refinamiento musical europeo.

Las Mazurcas mexicanas, estilísticamente llegaron a un máximo nivel de desarrollo evolutivo con Elorduy y Ponce;  manifestando una estructura armónica rica, una línea melódica maravillosamente lograda en inspiración, cuyo desarrollo nos remite con frecuencia a la canción tradicional mexicana. En cada uno de estos compositores, el elemento de “lo mexicano”, aparece desarrollándose e integrándose a sus lenguajes.

 

Olechowski, con su cualidad de sonido tan característico, peculiar en gradación de tonos y colores. El uso de una extrema y sutil técnica de pedal, además de la gran variedad de articulaciones en los diferentes registros del piano, hacen se manifiesten de manera aún más maravillosa,con el uso perfecto del rubato. Es sorprendente en el desarrollo lineal de las frases, la forma cómo va decodificando los diferentes lenguajes de cada uno de los compositores, exponiendo sus verdaderas intenciones musicales.

 

Inútil detenerse para argumentar sobre particularidades individuales estético-musicales de estas obras, en cuanto a susinterpretaciones. En término general, todo el programa fue de una calidad musical excepcional.

 

En la segunda parte del concierto, escuchamos tres obras muy fundamentales del compositor polaco Frédéric Chopin, cuyas composiciones han pasado a ser consideradas sinónimos del piano y sus enormes posibilidades como instrumento de expresión. Músicos profesionales y amantes de la música de concierto, coinciden en este punto.

Quizás Chopin, es el único compositor de mediados del siglo XIX -el Periodo Romántico-, representante de las legiones de compositores-intérpretes, cuya música a permanecido inalterada y consistente en popularidad, sobreviviendo toda clase de altibajos.

 

García Torres empezó con uno de los cuarto hermosos y tremendamente difíciles Scherzos de Chopin: el Opus 31 en el tono de Si bemol menor.

 

Caballito de batalla para la mayoría de los pianistas concertistas, esta obra ofrece una estructura sólida del género, la cual es desarrollada con una gran variedad de dificultades técnicas y musicales: toques, color tonal, gradación de dinámicas, técnica de pedal, etc.

Una composición con verdadero ingenio demoniaco, exuberante, que brinda una sensualidad esplendorosa, y nos hace pensar -a veces-, desconocida antes de Chopin.

 

Fernando García Torres nos brindó toda esta gama de emociones contenidas: dramáticas, frecuentemente líricas, a veces melancólicas, alocadas, nostálgicas, grandiosas y hasta majestuosas.

 

La Mazurka en La menor, Op. 17 No. 4, interpretada con intensa fragilidad de expresión, una de las más representativas del verdadero y auténtico origen del género, transmutada en fina filigrana, dentro del complejo arte de las emociones de Chopin: una enorme nostalgia por la patria.

 

Finalmente, la obra con mayor envergadura del compositor, para esta noche:Andante Spianato y Gran Polonesa Brillante en Mi bemol mayor, Op. 22;  versión para piano solo.

La media en tradición interpretativa, es tempo lento con carácter de nocturno para el Andante Spianato. Fernando García Torres nos presentó una lectura más animada y brillante en color tonal, durante el desarrollo delCantabile, explorando otras clases de subjetividad, no sin delicados efectos delicados. Me fué difícil al principio disfrutar su carácter, pero al final,terminó por convencerme.

 

En la Gran Polonesa Brillante, algunas notas falsas y dificultades por retomar la frase, empezándola de nuevo, causó un apenas perceptible descontrol. Por momentos, el sostenimiento de la estructural musical se antojaba difícil, siendo más evidente, durante laspreparación de lasdinámicas enla Coda.

 

El carácter lírico y tremendamente virtuoso de la obra, en general no se escuchó alterado.

Al final Józef Olechowski y Sebastian Kwapisz (violín) interpretaron “Amanecer”, de la hermosa “Suite La Paz”, del compositor Józef Olechowski.

 

Asimismo, Fernando Garcia Torres y Józef Olechowski,interpretaronunarregloinstrumentalpara cuatromanos, de la composición “Costa Azul”, del maestro sudcaliforniano Luis Peláez Manríquez.

 

José Alberto Peláez Valdivia, Critica Musical.



Video cortesía de: Ola TV.

Gala inaugural: Celebración a cuatro manos.