Habitado en el pasado por indígenas cochimíes y al que atinadamente lo llamaban Kadacaamán (arroyo del carrizal), este lugar fue descubierto en 1716 por el padre Jesuita Francisco María Piccolo y fundado en 1728 por el jesuita mexicano Juan Bautista Luyando. Localizado a 73 kilómetros de Santa Rosalía y a 142 de Guerrero Negro, San Ignacio es puerta de entrada a las pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco y un verdadero paraíso en medio del desierto. Población de pescadores donde el río subterráneo que mana de la tierra forma una serena laguna bordeada de tulares y carrizales. Sombreado por inmensos palmares datileros, el camino sigue su curso hasta llegar a la pequeña plaza principal adornada por frondosos árboles de la India, sitio de reunión favorito de la población ignaciana